ℒ𝒶 𝒱ℯ𝓈𝓉𝒶𝓁 ℱ𝒶𝒷𝒾𝒶, 𝓊𝓃𝒶 𝒿ℴ𝓋ℯ𝓃 𝓈𝒶𝒸ℯ𝓇𝒹ℴ𝓉𝒾𝓈𝒶, 𝓃ℴ𝓈 𝓋𝒶 𝒶 𝒸ℴ𝓃𝓉𝒶𝓇 𝒶𝒽ℴ𝓇𝒶 𝓈𝓊 ℛℴ𝓂𝒶:
Soy Fabia, Vestal de Roma. Desde el Templo de Vesta observo la ciudad palpitar con vida. El Foro bulle con la actividad diaria, los senadores discuten en la Curia, las matronas compran en el mercado y los niños juegan en las calles adoquinadas. Roma es un microcosmos del mundo conocido, un crisol de culturas y religiones donde convergen etruscos, griegos, samnitas y cartagineses.
Como Vestal, mi vida está dedicada al servicio de la diosa Vesta y al cuidado del fuego sagrado. Es una responsabilidad que asumo con orgullo y devoción. Me levanto antes del alba para reavivar las llamas, preparar la ofrenda diaria y purificar el templo. La llama de Vesta es el símbolo de la vida y la prosperidad de Roma, y su cuidado es nuestra misión más sagrada.
Sin embargo, mi vida no siempre ha sido tranquila. Hace unos años, me vi envuelta en una terrible acusación de incesto, un crimen religioso que me condenaría a la muerte. El demagogo Clodio, un hombre ambicioso y sin escrúpulos, orquestó una trama para desacreditarme y destruir mi reputación.
La acusación me dejó devastada. No solo por la amenaza a mi vida, sino por la mancha que caía sobre mi honor y el de mi familia. Sin embargo, no me rendí. Mi cuñado Cicerón, el joven orador, aún no famoso, asumió mi defensa y me salvó.
El juicio fue largo y tortuoso. Clodio presentó falsos testigos y manipuló a la plebe para que se volviera en mi contra. Pero al final, la verdad prevaleció. Fui declarada inocente y mi nombre fue limpiado.
A pesar de las dificultades, sigo amando a Roma con todo mi corazón. Es una ciudad llena de contrastes, donde la grandeza se mezcla con la miseria, la belleza con la decadencia. Pero es también una ciudad vibrante, llena de oportunidades y sueños por cumplir.
¿Me permites acompañarte y enseñártela desde mi mirada?